Hoy decidí caminar… estoy en
un rancho, no lejos del pueblo. Caminaré solo, a mi paso y a mis anchas, tengo
ocho años, pero desde hace poco tiempo se me empezó a hacer maravilloso la
potencialidad que tenemos de recorrer el mundo y preferimos quedarnos viendo la
televisión.
Este lugar no es ningún
bosque encantado, ni sitio perdido, mucho menos un lugar de aventureros, es más
bien una especie de campo grande donde entran las vacas a pastar.
Es algo extraño el
sentimiento al ver este paisaje, es una especie de deja vu. Pero me siento de
maravilla y sigo caminando… es curioso este lugar, en el centro del campo hay
un árbol gigante de higo, lo mejor de caminar es disfrutar cada cosa que se
realiza, pero es mejor la satisfacción de concluir la meta que te has
propuesto. Y en este caso, debía tomar agua únicamente hasta hallarme sentado
en una de las gruesas raíces del higo.
Llego hasta la raíz del higo
exhausto, pongo mi cantimplora a mi costado derecho después de beber agua
suficiente, me recuesto hacia el lado izquierdo
y acomodo mi sombrero a modo de que cubra de manera casi total mi
rostro. Y me dispongo a una pequeña siesta…
<Cuando tenía 4 o 5 años,
siempre pensaba que podría vivir cómodamente el resto de mi vida en un pequeño
agujero siempre y cuando tuviera suficientes dulces, frituras y soda sabor
limón…>
Algo pica fuerte en mi talón
y de un salto me pongo de pie, no hay nada… debe ser mi organismo
despertándome, ya muy tarde, debí quedarme dormido unas tres horas, el
atardecer es maravilloso desde este punto, se matizan en el cielo fuertes
rojos, brillantes naranjas, despampanantes amarillos y el tranquilo azul… es
como si el mar danzara con grandes llamaradas. El crepúsculo es lo mejor que
Dios pudo crear, eso y los dulces de mango cubiertos de chile, esos si son
manjares.
Tomo mi sombrero que del
salto que he dado voló a un par de metro de mí, me agacho para cogerlo cuando
una dulce voz me dice –Hola –asustado volteo a ver hacia todos lados y estoy
solo en la nada, cojo mi sombrero –Hola –no tengo la menor idea de qué pueda
ser eso, -Ha de ser que sigo adormitado y es el ruido extraño de algún insecto
–pienso en vos alta.
-De insectos nada señor.
–responde la vocecita
-Quién ha de ser entonces
que habla y no le veo –digo enfadado
-No has visto bien… los
humanos siempre hacen eso piensan que... –le interrumpo súbitamente –a ver…
¿los humanos has dicho?
-Así es, los humanos son
torpes, piensan que lo saben todo, creen que el bosque para crecer necesita de
su ayuda… el bosque lo que necesita es que ¡lo dejes en paz!.
-Pero acá no hay ningún
bosque –le digo de manera ingenua.
-¡Exacto niño! ¡No hay
ningún bosque! – escucho la voz furiosa, pero sigo sin entender de dónde
proviene.
-Y entonces por qué peleas
conmigo, yo solo soy un niño que ha salido a ver los campos, los árboles y el
atardecer.
-Es cierto… pero pronto
serás adulto. Y ustedes los humanos cuando crecen pierden toda capacidad de
sentir se vuelven fríos, escépticos, fanáticos de Dios buscando perdón,
apáticos, tacaños, su cerebro se les encoje y la ambición los llena, son la
escoria de la naturaleza.
-Mis padres no son así… -le
dije, pero claro que mis padres son así, no me dejan jugar en la sala porque se
puede quebrar algo, no me dejan contarles mis aventuras en el campo porque
dicen que son solo cuentos míos, todos los domingos me llevan a misa para estar
bien con Dios, pero los otros seis días de la semana se la pasan regañándome y
mandándome. Yo no quiero ser un adulto. ¡Qué desgracia ser un humano, la
escoria!
-Si tú lo dices… pero yo sé
que no hay humano que al crecer no cambie. –Me dice con voz arrogante, tal
parece que esta voz sabe todo. ¿Estaré soñando? Me doy un tremendo pelliscón y
no pasa nada, al parecer es la vida real.
-Oye… ¿y qué eres? ¿De dónde
saliste? No te puedo ver, ¿eres Dios? Porque dicen que Dios habla y la gente
que habla con Dios es santa, ¿soy un santo? Y además…-
-Para niño son muchas
preguntas –se escucha un suspiro –te las responderé en orden, no soy más que
una mariposa, no me has visto acaso –de pronto se despega del árbol, tiene un
camuflaje preciso, café con manchas verdes y pequeños puntos blancos. Aletea
frente a mí –ahora ya puedes verme, eso responde tu siguiente pregunta, no soy
Dios, por lo tanto no eres santo ni por asomo, jaja.
-¿De qué te ries? – la quedo
viendo.
-¿Acaso la naturaleza no nos
ha hecho libres para expresarnos como queramos?
-Claro que sí, pero tú te
estás burlando de mí. Y yo podría aplastarte de una palmada o encerrarte en un
frasco o peor aún, clavarte un alfiler y guardarte en mi colección de insectos
–es una mariposa muy arrogante.
-No lo harías… eres un niño
bueno, no serías capaz de matarme, aplastarme o disecarme. Más bien te gustaría
que llevarme para ser tu amiga.
-Eres muy bella, siempre he
considerado a las mariposas muy bellas… pero tú más que otras, eres una
mariposa parlante y sabia –me causa inquietud, no le tengo miedo, aunque me
sigo cuestionando, qué hago yo parlando con una mariposa.
-Las mariposas somos un
misterios… podemos amar, disfrutamos las flores, no necesitamos lujos, tenemos
todo en nuestras alas, somos libres y podemos volar a donde queramos. Ser
mariposa es lo mejor. Las moscas en cambio son asquerosas y peor aún las
arañas. Aunque admiro a las abejas, ellas sí trabajan y a los tontos humanos
los pican porque son unos abusivos, ladrones que explotan a las pobres abejas
para robarles su trabajo. Si los humanos no existieran la vida sería perfecta.
-¿Entonces me odias? –me
causa gran confusión, ¿por qué los humanos seremos tan malos? Yo nunca le he
hecho nada malo a las abejas, ni a las flores.
-Claro que no, tú puedes ser
un humano diferente, lo que pasa que se les olvida que ustedes también son
animales, mira que hacer a Dios a su imagen y semejanza. No cabe duda de su
arrogancia.
-¿Y tú por qué hablas?
–estúpida mariposa, los insectos no deben hablar.
-Hablo porque tú hablas,
pienso porque tú piensas, amo porque tú amas…
-Pero qué eres, no entiendo…
¿por qué? –me ha confundido por completo, la naturaleza no funciona así.
-Yo no soy otra cosa más que
tú… tan solo porque sí.
No la entiendo, dice tantas
cosas reales, la verdad duele, quizá por eso los matrimonios duran tanto y eso
explica por qué dice que nos hacemos tan falsos cuando crecemos, aprendemos a
mentir por aferrarnos a lo que hacemos. No la entiendo, no la entiendo, no la
entiendo. ¿En verdad somos tan arrogantes?
-Oye… y las mariposas
adultas ¿cómo son? –pregunto ansioso.
-Yo soy una mariposa adulta,
pasé mi infancia arrastrándome por el piso, luego cuando fue tiempo, me colgué
de una ramita de este enorme árbol, tejí un capullo desde donde pudiera ver el
crepúsculo que desde este punto es hermoso… y luego cambié mis vestiduras, me
crecieron estas alas… y me convertí en esto.
-¿Y eso cuándo pasó? –claro,
si se dice adulta debo saber cuánto ha vivido como mariposa.
-Hace un par de horas,
mientras dormías… yo sabía todo esto de los humanos porque los días que me
llevó arrastrarme desde el piso hasta la copa del árbol, veía pasar leñadores,
vaqueros, cazadores… muchos adultos envueltos en la simpleza de su vida- hace
una pequeña pausa -¡qué triste ha de ser no poder volar!
-Yo
soy un niño… ¿soy una oruga? ¿Podré volar?
-Claro
que no, los humanos no vuelas… su metamorfosis se llama muerte y la vida llena
de cosas y aferrarse a ellas les enseña a tenerle miedo. Los ha hecho pensar
mucho…
-y
tú cómo sabes que no es mala? –es ilógico, debo de dejar de hacerle caso, ya
debería estar en casa, mis padres se preocuparán por mí, no podré decirles que
estaba platicando con una estúpida mariposa que dice que los humanos somos tan
desagradables
-Los humanos pierden la
memoria después de su metamorfosis… las mariposas no. Yo he vivido más de lo
que te imaginas. Los animales nunca hablamos con ustedes porque están muy
ocupados en sus cosas, su Dios no les da tiempo para admirar el mundo… y las
veces que hemos hablado, han hecho tantas estupideces.
-¿Estupideces? ¿de qué hablas?
-No podrías entenderlo... su ingenuidad los hace escépticos.
-¡Ya me cansé de escuchar tanta tontería! ¡Me voy!
Acomodé mi cantimplora, me puse bien el sombrero y me subí los y apreté bien los pantalones. Qué se ha creído este insecto. Para ella es fácil ser una mariposa, no tiene que gastar en nada, lo tiene nada, qué puede preocuparle a una mariposa.
-Y ¿a dónde vas?- aleteó rápido hasta mí de tal modo que pude sentir su aire en mi nariz.
-Me voy a mi casa- respondí sin más ni más.
-Ya está anocheciendo... si esperas unos minutos más quizá puedas ver el show de las luciérnagas.
-De luciérnagas nada, me voy- esta vez estoy decidido a irme.
-¿Por qué no puedes amar a una mariposa?- me dijo con un tono acaramelado y dulce.
-El amor es para débiles- ¿Amar? ¿quién puede amar a una mariposa arrogante?
Y entonces la mariposa respondió -No es así... yo puedo volar, tú no.
-¿Por qué no?- le grité furioso.
-Porque no te has atrevido a amar...
-Ya baste de patrañas, me voy, mis papás me esperan- Empiezo a caminar.
-¿Entonces es el final? ¿conoces a un ser único y lo dejas en medio de la nada?
Ya me tiene harto, si dice que nosotros los humanos hacemos tantas cosas con qué sentido se ha atrevido a hablarme. No la entiendo... eso explica por qué mi papá en ocasiones le dice a mamá que es como una mariposa. Aunque yo pensaba que era por esas blusas extrañas multicolores y sus peinados excéntricos.
-Así es, te dejo... no eres la única mariposa y los humanos en cambio dices que somos todos iguales- empiezo a caminar.
-Una vez vi un par de enamorados... eso no lo había dicho, pero también tienen una manera única de amar, ese par estuvo aquí sentado... ella me tomo con su dedo índice y me sostuvo por un momento, luego me dejó en una ramita del árbol, entonces él le susurró un poema que no he podido olvidar:
Mi táctica es mirarte,
aprender cómo sos,
quererte como sos.
Mi táctica es hablarte y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.
Mi táctica es quedarme en tu recuerdo.
no sé cómo ni sé con qué pretexto
pero quedarme en voz.
Mi táctica es ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos simulacros
para que entre los dos
no haya telón ni abismos.
Mi estrategia en cambio
es más profunda y más simple
Mi estrategia es que
un día cualquiera no sé cómo
ni sé con qué pretexto
por fin me necesites.
En algún lugar habré escuchado ese poema... en la escuela quizá. No entiendo por qué los adultos pueden decir tanta cursilería. -De seguro fueron Andrea y Mario... esos dos solo andan diciéndose cosas bonitas.
-¡Qué bonito se aman!
-Sí tú lo dices... porque yo lo considero ridículo.-Ya debo irme, las luciérnagas empiezan su show y el camino de regreso estará muy oscuro.
-¿Y tú por qué no te atreves a amar?
-¿Amar yo?... ni en cuentos. Yo por eso salgo a caminar, no quiero que la tv me convenza de que el amor es pura miel.-No lo había pensado... ¿a quién podría amar yo?
-Aún no sabes de qué hablas, un día encontrarás a alguien. Todos encuentran a alguien... no hay quien se libre, ya sea para tormento o para gozo. Pero al final siempre terminan teniendo la metamorfosis.
Metamorfosis... metamorfosis... ya lo había olvidado.
-¿Yo puedo amarte?
-No... pero yo puedo hacer algo que te haga amar.
-Jajaja ¿a poco también haces milagros?
-Una vez conocí a un escarabajo que no podía caminar... entonces un sapo se lo comió. ¿No te da miedo eso?
-Qué tiene que ver un escarabajo y un sapo conmigo?
-Si no puedes caminar, es decir amar... un terrible monstruo puede tragarte, es decir la simpleza.- y ¿quién le ha dicho que mi vida es simple? Claro que no es simple... tengo amigos, tengo terreno para caminar, y lo mejor de todo... tengo una cantimplora preciosa que me acompaña siempre.
-La simpleza nunca... soy especial. Aunque no me has dicho cómo podrás ayudarme.
-Será algo extraño para ti. Acércate.
Entonces la mariposa voló hasta mí...
-Aguarda... no me has dicho tu nombre.
Continuó volando y justo frente a mi naríz
-Ambar- y de un par de aleteos me fui hacia atrás, todo se tornó completamente en oscuridad y las luciérnagas inundaron el espacio. La mariposa ya no está.
-Entonces la vida te puso aquí, la vida no ha sabido explicarte... tú no has sabido entender. Que se nace para morir, que vivir es un acto de valentía, que la felicidad es libertad, que la libertad implica decisión, que la decisión depende de la consciencia, que la consciencia no tiene sentido, que si buscas sentido solo encuentras ataduras, prejuicios, pecados... y al final no habrá pasado nada y estarás el resto de la eternidad bajo la tierra, con la voz bajo una piedra, el alma en los jardines, tus ojos apagados... y tu corazón... tu corazón muerto.
Todo está oscuro... negro absoluto, este terrible chillido que producen mis oídos ante el silencio que cala mis huesos.
-RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING!!
Abro mis ojos... el sol golpea fuerte mis ojos, tengo la boca seca y manchas blancas por la saliva que ha escurrido en mis mejillas. Me levanto y voy al baño, camino torpe... qué loca mariposa. Me veo en el espejo, hace casi un mes que no me afeito, mi apariencia es más la de un vagabundo, debo recordar ir a la farmacia por navajas para afeitar. Me enjuago el rostro.
-Qué loco sueño... debo dejar de fumar. O mejor aún: debo empezar a vivir.
Tengo veintisiete años y no sé qué diablos es amar. Hoy tengo que averiguarlo.
Salgo del baño, busco algo de ropa limpia en el desastre de mi cuarto, limpio mis zapatos y me decido a por fin salir... hace veintitrés días que no salgo, ya no soporto este hedor. Me pongo perfume, giro la perilla y pongo mis pies al mundo...
Continuará…
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Mariposa mental. Arte emocional. |